viernes, 30 de abril de 2021

La Ilusión de un beso de Brisned Alberto Ladino

Han pasado ya bastantes auroras. ¡Muchas! de hecho. Ella era tan hermosa, así la veían mis ojos. La veía tan rubia, mientras me veía tan negro; la veía alta como un ave en pleno vuelo, mientras yo me veía chico y rastrero, como un zorrillo en el desierto. Esos ojos claros, verdes como el agua marina, se enfrentaron a mis ojos rojizos como el fuego.

¡Qué choque aparatoso! explosión de amor y desvelo; aquel cabello largo, rubio ensortijado, me enredó como una red, me atrapó como un anzuelo.

Recuerdos vivos, latentes de su blusa rosa, cubriendo su esbelto y delicado cuerpo, su pantalón blanco delineaba sus piernas largas y delgadas.

Me había enamorado en el acto, de su piel blanca y de sus labios rojos. ¡Cómo! Tanta belleza en una sola pieza. ¿Cómo la escultura viva, vive frente a mis ojos? ¿Cómo mis ojos vivieron para verla?

Decidí entonces tomar fuerzas, me llené de orgullo y valentía. Mi alma se lanzó sobre ella, me acerqué mirándola de manera fija y sin mediar palabra tomé su mano. Temblando, claramente no podía controlar tremendo flujo de adrenalina; mientras ella callaba con su mirada un sí profundo me decía, la tome por la cintura, atándola fuerte contra mi pecho, entonces allí el amor de ambos llenó de luces y melodías nuestro mundo, que nos miraba y se estremecía.

Bailamos entre las nubes extasiados de mirarnos, de amarnos, de encontrarnos, de desearnos, de vivirnos uno al otro, de decirnos sin palabra que el universo era chico, que no había espacio entre nosotros; en fin, todas aquellas cosas que suelen decirse los amantes con miradas antes de confluir en el más hermoso, apasionado y amoroso de los besos.

Mis ojos la miraron, sus ojos me vieron, nuestros cuellos poco a poco se iban rindiendo; cada milésima de segundo, cada instante en el tiempo, cada respiro de ambos los sentimos como nuestro propio aliento, cada soplo de nuestra respiración muriendo. Sus labios y los míos, cada vez más cerca. Yo, cada instante más sediento. Nos acercamos tanto que no sentimos pasar el viento, ¿Cuánto tiempo pasó? No logro recordarlo, en aquel preciso instante escuché la voz de mi madre llamando para despertarme. ¡Fui tan feliz! Entonces fui aquel niño que sonó con el ángel que grabó en sus sueños la ilusión de un beso.

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Primer puesto  Soplo divino de Pablo Antonio Sueche Kanube, estudiante de Ingeniería Física. Segundo puesto El zancudo de Nicolás Alejandro ...