viernes, 30 de abril de 2021

Saliendo de la nada de Luisa Maria Carmona Arias

Linda era una niña de cabello largo y color castaño oscuro, de estatura baja, delgada y de cuerpo esvelto pese a que solo contaba con cinco años; aunque su comportamiento se asemejaba al de una niña como cualquier otra, tenía un rasgo muy particular. Era ciega; debido a su discapacidad y aunque su familia intentaba tratarla como a cualquier niño, lo cierto era que con el ánimo de evitarle lesiones físicas diseñaron un mundo lleno de juguetes y tanta diversión, de modo que Linda nunca se preguntara qué había más allá de las puertas de casa. Pero un día esa burbuja en la que vivía se rompió; pues con los cinco años que ya tenía cumplidos, llegaba la etapa escolar. Así que una fría mañana del mes de marzo, Linda y su madre salieron muy temprano de casa y llegaron a la que le dijeron iba a ser su escuela; durante los primeros minutos que la niña vivió allí, solo tenía preguntas acerca de cómo era el espacio y qué había fuera de esa habitación donde se encontraba, ya que ella por su cuenta no se atrevía a salir por temor a caerse o lastimarse. Pues para la niña todo lo que allí había pertenecía a lo desconocido. Cuando su madre se acercó y la abrazó para despedirse, ésta llena de temor por no saber qué iba a pasar, se abrazó con sus pies y manos fuertemente a ella y empezó a llorar desconsoladamente. Por más que sus nuevas profes intentaban separarla, no lo conseguían porque Linda para su edad tenía una gran fuerza. Así transcurrió la primer semana de Linda en su escuela entre lloriqueos y pequeños arranques de valentía en los que con sus manos sobre la pared recorría lentamente aquel espacio tan ajeno; a la semana siguiente y viendo que su proceso avanzaba sin mayores tropiezos, le regalaron un objeto blanco, con dos tapones en sus extremos y con un resorte en la parte de arriba al que llamaron bastón y le explicaron sería su fiel compañía por el resto de su vida; para ella, la adaptación a este elemento no fue fácil, reusándose a tener contacto con el, pues se negaba a entender que ese palo tan feo hiciera parte de sus días. Cuando la profe encargada de este proceso le proponía ejercicios para aprender su uso, ella lo hacía a un lado y se agredía físicamente negándose a utilizarlo; esta situación no cambió hasta que un día mientras confiada caminaba por su escuela, olvidó la existencia de unas escaleras por las que rodó y se lastimó varias partes de su cara quedando así llena de moretones. Como ella era tan vanidosa, esto no le gustó; entre sollozos preguntaba una y otra vez al cielo el porqué era ciega. recordaba aquel desagradable suceso con tanta angustia que tomó su bastón y le prometió no abandonarlo jamás, al punto de que hoy son inseparables, siendo el cómplice de sus grandes aventuras y quien le muestra todos los días esa nada a la que salió con tanto miedo y que está llena de objetos extraños que hoy esquiva fácilmente gracias a su incansable apoyo.

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