viernes, 30 de abril de 2021

Hay que contarla para vivir de Daniel Felipe Giraldo Alzate

Recuerdo muy bien el primer día que conocí a Daniel, fue una experiencia de duda, de miedo y de amor. Claramente mi vida cambió desde ese momento, porque yo no había conocido a alguien tan extraordinario, a alguien que pudiera amar sin miedo y con autenticidad, alguien que pudiera ver mi pasado y no le asustara. Porque lo que le iba a decir y a reconocer en voz alta, no era más que una historia, una historia de dolor, una historia que muchos no entienden y no quieren entender ¿Cuántas veces en nuestra vida nos hemos hecho los tontos al escuchar algo tan sorprendente y fuerte? Y es que es la forma más predecible, fácil y humana de continuar con nuestras vidas.

El día que me encontré a Daniel no era capaz de mirarlo a los ojos ¿Cuánto tiempo había dejado de mirarlo? Por miedo a escuchar lo que pensaba y arriesgarlo todo. Creo que muchos años habían pasado, antes de que pudiera decirle, contarle, aceptarle lo que había vivido; sea como sea no me aguantaba más, tenía que contarle esa historia o por lo menos una parte de ella, quería contarla para sentirme libre. De lo poco que me acuerdo, guardo esto en mi memoria:

“Me encontraba allí tirado en el suelo, sintiendo cómo mi mundo se había acabado, cómo no era posible levantarme, las raíces del suelo que habían crecido a causa de mis lágrimas me atrapaban, me ahogaban, me destruían. ¿Pero qué podía hacer yo? Un simple adolescente que no sabe lo que le acaba de ocurrir y peor aún, que no sabe qué hacer con su dolor. Los días siguientes fueron los más tristes de mi vida, porque me sentía traicionado, me sentía solo, quería acabar con mi vida. Los pensamientos cada vez más insistentes que la explicación, la verdad más fácil para contar sería la muerte, ser recordado como el chico homosexual de la clase, felizmente desdichado. A veces me preguntaba por qué llegaban esos pensamientos tan trágicos a mi vida, si estaba maldito o si estaba destinado a suicidarme para ser más feliz. Algo que, dentro de lo trágico recuerdo con mucha risa, una risa tonta de odio. Es que todo esto me pasaba por ser homosexual, era mi culpa por haber nacido y reconocerme así. Es loco, muy loco ¿cuánto dolor tuve que haber sufrido para sentirme culpable de algo que no es y nunca será mi culpa? Definitivamente el dolor causado desde afuera, pero reforzado por uno mismo, hace que se vuelva insoportable seguir con la vida, porque tu propia naturaleza de sobrevivencia se anula y ya no queda nada.”

Después de que Daniel escuchó lo que yo tenía para decirle, sentí un calor intenso, respiré agitadamente, pero porque estaba a punto de llorar, al fin lo había pronunciado, me sentía en paz, tranquilo. Me agradecí por tener la valentía de haberlo hecho. ¿Quién era ese que por tantos años no había tenido el espacio de ser? Fue la primera vez de un enamoramiento eterno de mirarme en el espejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ganadores del concurso

Primer puesto  Soplo divino de Pablo Antonio Sueche Kanube, estudiante de Ingeniería Física. Segundo puesto El zancudo de Nicolás Alejandro ...