viernes, 30 de abril de 2021

Butter Time de José Luis Rodríguez Alcaraz

“En este prefacio deberían estar sus letras”

Unas pisadas emanan un sonido tenue. Llenan el vacío que ha dejado el mundo con su decadencia constante, su monotonía y sus prejuicios. Escucha el caos que desatan los pasos, contempla al dueño del alboroto. Es astuto y se esconde en su lugar favorito, un hueco en la habitación para se burlarla, sin embargo su compañía es leal, fiel y sincera. Ella le conoce, la presencia de otro le espanta. Un conejo de pelaje blanco como naftaleno, espeso como miel y lanudo como caprino, sus ojos pueden contemplarse y perderse por la eternidad. El tiempo a su lado es único e incomparable, sus orejas captan los sonidos, los encripta y los libera confundidos. Butter.

Una tarde examina el techo mientras suena jazz, sus ojos se enfocan en una esquina. Divaga con su mente, visita Paris tomando un café en la Rue de Lombards, va a Turín y cuando se aburre a Berlín, viajar en el tiempo esta a su alcance, estuvo en la fundación de Roma, compartió con los mhuysqas, apoyo la apertura de la primera universidad publica, toco los hongos de Fleming, presencio las consecuencias de la Gran Depresión, examino los restos de Hiroshima y Nagasaki, intercepto un par de cartas entre Salvador y Lorca, se maravillo al ver en la galería de Julien Levy la naturalidad de Khalo.

Transcurrieron 16 minutos con 33 segundos, Butter comenzó a saltar preso de lenta desesperación. Ella lo noto, le conocía bien así que sus ojos persiguieron al conejo clavando la mirada sin tregua, creía estar sobre su lomo aferrada a su pelaje, evitando que los saltos le tumbaran. Su rostro perdió expresión humana, tomo a Butter por las orejas, miro directo a sus iris seductores, somníferos e hipnotizadores, despojaron cualquier rastro de pensamiento... sintió besar el alma del animal. El vació se expandió, lo irrisorio transmuto a soporífero, inundada por pensamientos macabros abrazo a Butter y volvió a centrar sus iris contra los de él.

Humanidad emanaban los luceros rojos, creyó que mantendría una conversación con el ser zoomórfico. Giro su cabeza 47º divisando el reloj que marcaba las 15:27. Un calor insumiso le recorrió el cuerpo, camino a su izquierda y tras cuatro pasos se encontró frente a la ventana, al abrirla una ráfaga desorganizó su cabello azul-verde mar asimilando una ola… Una bella vista, solo son 6 metros de altura. Analiza los cerros y una epifanía súbita estuvo a su alcancé, el mundo alterado era anodino, conecta los labios entre los ojos y con viento en contra, sube al marco de la ventana sin soltar su compañía, contempla una vez más el horizonte. Butter también lo mira.

- ¿En realidad lo quieres? –exclamo el conejo-
- …

Sin pronunciar un fonema, mira el reloj, abraza su parlante amigo. Sin vacilar se lanza al vació. Ya había cumplido la mitad del recorrido, aceptado el impacto. Miro a Butter atrapada en el rojo, sangrante del iris, cierra los suyos con presión. Al abrirlos flotaba en otra dimensión a la espera de unos ojos nuevos.

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