viernes, 30 de abril de 2021

Vidas posibles de Elisa Betancourt Uribe

Lo mío siempre fue de imaginar, no de ser. Imaginar que era quien construía el tutorial en el video, mientras hablaba de todos los libros que había leído, o enseñaba a muchas personas a crear artefactos innovadores. Que estaba parada frente a densas multitudes, contando historias maravillosas, o en algún país muy lejano, aventurándome hacia lo desconocido.

Sin embargo, mi vida transcurría entre cuatro paredes, viendo muchas vidas, pero nunca viviéndolas. Mi mente era el espacio inmaterial, donde todo parecía posible, pero al mismo tiempo, donde nada lo era.

A veces, podía recordar el cielo lleno de estrellas, y fantaseaba con las sensaciones que podría experimentar, al ver nuestro planeta como un punto azul, en la inmensidad.

O veía, en el jardín, una abeja posándose sobre una flor, e inmediatamente llegaba a mi mente, el ángulo perfecto desde el cual, la luz y los contrastes, podrían generar una gran fotografía.

A veces, me hallaba en otros mundos lejanos y reconfortantes. En reinos olvidados por el tiempo, en tierras mágicas, o grandes ciudades submarinas. Vivía audaces aventuras, que, pese a mi renuencia, siempre terminaban.

Con el pasar del tiempo, las vidas que vivían a través de mi mente, empezaban a diluirse casi indistinguiblemente, convirtiéndose en una masa amorfa, que no hacía más que disminuir la brecha de lo que era y lo que deseaba que fuera.

En este proceso, y con tantas ideas posibles, tal vez mi identidad empezó a resquebrajarse. Ya no tenía muy claro en qué punto, los deseos de ser alguien más, se habían transfigurado en la certeza de haberlo conseguido.

Claro que había ido al espacio, por supuesto que tal inmensidad, no había hecho más que hacerme sentir maravillada e insignificante.

Realmente era una gran fotógrafa, por supuesto que las personas adoraban la manera como transmitía la visión que tenia del mundo.

Sin duda alguna, cuando estaba exponiendo las ideas ante las grandes multitudes, mis palabras se convertían en ecos, que, después de mucho tiempo, seguían resonando en la mente de aquellos que las escuchaban.

El mundo, claro que había viajado por él, conocía tantos lugares y culturas, que el número exacto se había desdibujado de mis recuerdos desde hace mucho tiempo.

Cuando todas las posibilidades se habían entrelazado, no podía dejar de preguntarme, si yo realmente era el resultado de todas las circunstancias, que había vivido en esas vidas imaginadas; o, si por el contrario, todas esas certezas en mis recuerdos, no eran más que el producto del coctel de medicamentos, que, con la camisa de fuerza, me obligaban a tomar cada día.

16 comentarios:

  1. Que gran cuento, debe ser el ganador!

    ResponderEliminar
  2. Te transporta a otras realidades, excelente !

    ResponderEliminar
  3. A veces todos tenemos diferentes vidas, y sin duda todos estamos locos! excelente!

    ResponderEliminar
  4. Imaginarse otra vida es el único recurso que mucha gente tiene ante la realidad implacable de la vida cotidiana, una oficina no es muy diferente a un manicomio.

    ResponderEliminar
  5. S.O.S Colombia, nos están matando !

    ResponderEliminar
  6. Me gustó mucho, gran talento el que tenemos en nuestra universidad.

    ResponderEliminar
  7. Que buen cuento, me recuerda a cuando voy en el metro imaginándome en la playa jajaja

    ResponderEliminar

Ganadores del concurso

Primer puesto  Soplo divino de Pablo Antonio Sueche Kanube, estudiante de Ingeniería Física. Segundo puesto El zancudo de Nicolás Alejandro ...