Ojalá mi vieja fuera eterna, la juventud que perdió se la debo; ingrato soy. Mi vieja siempre fue más que una madre, conozco mujeres, pero ninguna como ella, tan pulcra, educada y verraca. Me levantó en Zamora con mi abuela enferma, trabando y estudiando, sublime lo que hizo mi vieja, una santa diría yo. Muchas veces la veo y le digo: “Má yo le voy a dar una casa”, siento sus ojitos cansados de pagar arriendo y le sonrío para que sepa que es verdad. Quiero darle la mejor vida a mi vieja y decirle eternamente, “Má, deme un abrazo”.
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