viernes, 30 de abril de 2021

“Aquella, quien salvó al mundo” de Daniel Augusto Cano Zapata

Y ahí estaba ella, hecha ruinas en todas sus partes, físicas y mentales… vertida en una última chispa de energía, luego de eternos meses entretejiendo un sinfín de encrucijadas; después de sobrepasar laberintos casi imposibles de hendir; sobrellevando días que parecían casi quiméricos… tan sola, pero tan llena de fe por lograr encontrar una gota de esperanza para avivar un mundo que había perdido su última batalla.

Si, era la última sobreviviente de un mundo que siglos atrás estuvo permeado por una infinitud de maravillas, que sujeto alguno supo alguna vez contemplar. Dispuesta a llevar el peso de una multitud que ya se había esfumado, como lo hacía el humo en una noche de San Juan. Era poco lo que había por hacer, casi nada por decir. Sin embargo, en algún momento de este pequeño, pero tan profundo relato, ella se tropezó con la existencia de un camino de luz, que podía revertir los millones de infortunios causados hasta entonces. Un camino que la llevaría a un tótem milenario con la capacidad de impeler un destello hacia un nuevo comienzo.

En este dispendioso viaje, fue un pequeño grupo de las casi extintas golondrinas quienes la guiaron hacia el tan ambicioso tótem. Fue un viaje incalculablemente agotador, pero exitoso finalmente.

Si… ahí estaba ella, Alicia, posada frente al codiciado Tótem, esperando dar el último paso para darle una nueva oportunidad a la humanidad. Sólo bastaba un sólido soplo de su boca para activar aquel atenuante poder que abriría el nuevo camino. Sin embargo, Alicia se detuvo por un inopinado instante. En ese momento, fueron muchos los pensamientos que emergieron en su mente, entre ellos, se interrogó por si merecía la pena ofrecer una oportunidad más, cuando fueron incontables aquellas las que se dejaron marchitar en el camino ¿Sería necesario decentar nuevas guerras, nuevas desigualdades, nuevas injusticias, nuevos sufrimientos? ¿No fue ya suficiente tanto dolor?

Entre tantas preguntas y pensamientos que iban y venían, Alicia dio un paso atrás y dejó ir esa última oportunidad, de la misma manera en que se dejan ir los últimos boletos de tren hacia el paraíso. Pues era el momento de dejar la historia de la humanidad como un parvo recuerdo, que se pierde entre la infinitud del tiempo del inmensurable Universo. El tiempo vivido, había sido suficiente para las tantas alegrías y tristezas, pues a veces solo un segundo es para siempre.

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