viernes, 30 de abril de 2021

Todo esto es para protegerte de Laura Andrea Salazar Correa

Eloísa despertó aturdida. Al abrir los ojos recorrió con la mirada el lugar y no reconoció la habitación, este no era su cuarto. La pintura de las paredes estaba desteñida, al frente de la cama faltaba su cuadro pintado por Pedro Nel Gómez y en su lugar había un afiche de un paisaje de los Alpes en un marco de mal gusto. Ni hablar de la textura de las sábanas y la cobija que la cubrían, y su olor a lugar extraño. 

Podía reconocer el camisón de pijama que llevaba puesto, su anillo de compromiso que llevaba en su dedo anular desde que tenía 19 años (que por el paso de los años tuvo que ajustar un par de veces en la joyería) y sus aretes de perlas que estaban que ahora estaban puestos de manera casi simétrica en la mesita de noche. 

Atinó a levantarse, recorrer desconcertada el lugar y en una de las esquinas del cuarto vio una silla con su cartera de cuero negro. Se acercó, la tomó en sus manos y la abrió a toda prisa. Adentro estaba casi lo mismo de siempre: un pañuelo de seda, 3 bombones de chocolate, un frasco pequeño de perfume, el labial del color de siempre, pero en su billetera faltaban su cédula, su tarjeta débito y sus dos tarjetas de crédito. Tampoco estaba la pequeña whiskera de plata que su hermana menor le había regalado al cumplir 70 años. Su teléfono celular también hacía falta. 

Miró a todos lados, podía sentir su pelo enredado por las horas de sueño, se dirigió a una de las puertas que parecía ser la del baño y vio que todo estaba dotado para personas con discapacidad, pero ella a sus 88 años seguía lúcida y podía valerse perfectamente por sí misma. Ni siquiera tenía que usar bastón para caminar, tampoco había sufrido la típica caída en la ducha que a otras había obligado a operarse para tener una prótesis de cadera. 

Eloísa no entendía nada, podía escuchar casi a toda potencia sus pensamientos, su desconcierto. Seguía con su camisón puesto, sin siquiera asentarse un poco el cabello teñido de púrpura, como la mayoría de las señoras de clase alta de la ciudad. Quería saber dónde estaba y por qué estaba en ese lugar, pero en ese momento se negaba a salir de allí sin arreglarse. 

Recordó cuando Fabiola, una de sus amigas de toda la vida le advirtió que no repartiera la herencia en vida entre sus hijos porque sólo le traería tristezas, dejaría de ser importante o querida para ellos. Pero, se dejó convencer por Olga, su hija mayor, argumentando que era mejor dejar todo listo desde antes para no perder dinero y tiempo entre abogados cuando ella ya no estuviera. - Dios quiera que eso sea dentro de mucho tiempo, exclamaba Olga mientras se persignaba. 

Con un vacío en el estómago Eloísa entendió que su llegada a este lugar fue un engaño, salió de casa creyendo que iría a un centro de salud a hacerse un examen de rutina. Ahora sólo resonaban en su mente las palabras - Aquí estarás mejor, mamá. Todo esto es para protegerte.

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Ganadores del concurso

Primer puesto  Soplo divino de Pablo Antonio Sueche Kanube, estudiante de Ingeniería Física. Segundo puesto El zancudo de Nicolás Alejandro ...