Los deditos de Susanita tenían distinto sabor;
el pulgar sabía a ron,
el índice como a un fresco melón.
El anular sabía a puro chocolate
y el meñique a macarrón.
El problema de Susanita era en el corazón,
que ya tenía sabor rancio y a almidón.
El tiempo de la dulce Susanita
al fin se terminó, tornando sus rosadas carnes en marrón.
Cuando su captor lo notó, ya no sonrió,
pues cena no tendría
más de cacería sí se iría.
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Me encanta!
ResponderEliminarQue bonito cuento, de concursante a concursante❤️
ResponderEliminarEntre los que he leído, este es por mucho mi cuento favorito. Muy hermoso.
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